‘¿Qué hago aquí?’ El camino de Amanda Finney de la Casa Blanca a Microsoft
Una de las integrantes del equipo de Hillary Clinton vio de primera mano cómo compartir y escuchar las historias puede acercar a la gente. Ella no tenía idea que esto llevaría su carrera a Microsoft.
Nota del Editor: Nos sentamos con Amanda Finney para platicar sobre Barack Obama, Hillary Clinton, y la inesperada ruta que la llevó a Microsoft. Ella nos cuenta esta historia con sus propias palabras.
Hace 18 meses, estaba sentada en la oficina de campaña de Hillary Clinton y hacía llamadas telefónicas sin parar. Cuando no hacía esto, iba a los vecindarios a solicitar votos y a conversar con la gente en sus hogares acerca de problemas que en verdad les importaban.
Decir lo que pienso y pelear por los derechos humanos es una parte clave de mi formación y fue un tema de conversación en la mesa mientras crecía. Mi tío era jefe en la nación Cherokee, y yo fungí como embajadora de la cultura Cherokee como Miss Cherokee de Carolina del Sur. Mi abuelo del otro lado de mi familia fue el primer juez presidente negro de Carolina del Sur. Siempre me dijeron que uno tiene que saber quién es y dónde ha estado para saber hacia dónde va.
Estos son espacios con los que me he sentido familiarizada y cómoda – círculos políticos, activismo dentro de la comunidad.
Es probable que, por eso, en mi primer día de trabajo en Microsoft el año pasado, estaba asustada. Me pregunté, ¿Qué es lo que hago aquí? No tenía antecedentes corporativos o tecnológicos – hasta ese punto todo para mí había sido relacionado con comunicaciones y medios. Aunque, si reflexiono un poco sobre mi historia, soy capaz de ver los hilos de conexión que de manera eventual me trajeron aquí.
Cuando era joven, soñaba que me convertiría en corresponsal de temas políticos o en periodista de noticiero a cuadro. En la escuela, obtuve una pasantía en la Casa Blanca en la que manejaba la correspondencia de la familia presidencial. A diario podía abrir cientos de cartas de niños de la Costa del Golfo durante el desastre de derrame de petróleo de Deepwater Horizon, y las leía todas. Leer estas historias escritas de su propia mano rompió mi corazón. Elegía 10 cartas a diario para que el entonces Presidente Barack Obama las leyera.
Cuando la campaña de reelección 2012 de Obama dio inició, recuerdo que me dije a mi misma que estaba segura que no iba a perder la oportunidad. No tenía la edad suficiente para votar la primera vez que Obama llegó a la presidencia, y sentí que me había perdido un momento importante en el tiempo. El trabajo de campaña se sintió como un llamado, un movimiento. Uno de mis objetivos principales era emocionar y movilizar a miembros de mi generación, así como visitar y escuchar las historias de la comunidad. Escucha una historia tras otra que conectaba a la gente entre sí.
Después de la elección, me uní a Teach for America. Estuve a cargo de 30 estudiantes, niños con escasos o nulos recursos, escuchaba sus historias y conocía de primera mano la lucha que enfrentaban a diario, lo cual me conectó a sus vida de una manera poderosa.
Para 2015, estaba de regreso en el camino de las campañas, pero en esta ocasión para Hillary Clinton como su directora estatal para Luisana. Mi labor consistía en asegurar que la gente que escribía a Hillary recibiera una respuesta. Ser el intermediario entre ella y la gente fue una experiencia increíble.
Recuerdo que una madre y su hija escribieron a Hillary para agradecerle su labor en el Programa de Seguros de Salud para los Niños (CHIP). La niña había nacido sorda, y sin CHIP, la familia no hubiera podido costear su temprana intervención médica. Ahora, la hija iba a ir al colegio. Realizamos un video sobre esa historia; todavía hoy, no puedo verlo sin comenzar a llorar.
Aunque ese trabajo es muy diferente al que hago ahora, he notado que hay un hilo común y ese es el poder de las historias individuales para conectar a las personas. No te das cuenta del efecto que un proyecto de ley en el Congreso puede tener en la vida de alguien hasta que lo escuchas de la gente que fue impactada. Cuando escuchas una poderosa historia personal, no importa en lo que creas o por quién votaste: lo que ves es la historia de cómo algo ayudó a mantener unida a una familia. Todos somos iguales, todos somos humanos, todos hacemos las mismas cosas a diario.
¿Cómo terminé en Microsoft?
Después de la elección, pasé por una etapa en la que no sabía cuál iba a ser el siguiente paso. Sabía que quería una experiencia diferente a la de la política para poder expandir mi conjunto de habilidades, pero no estaba segura si iba a ser otra diferente a estar en comunicaciones. Escuché sobre una vacante en un nuevo equipo llamado Windows Community. Parecía que comenzaban a desarrollarse como un movimiento comunitario. Y eso me sonaba familiar.
Me preocupaba que mis habilidades se pudieran transformar, pero algo que las elecciones me enseñaron es que todo es posible – lo bueno y lo malo – y entonces decidí que no podía descartar cualquier oportunidad. Hice la entrevista y obtuve el puesto.
Ahora tengo la oportunidad de conectar a diario a los clientes con los ingenieros que crean Windows, para que puedan aprender entre ellos, tal como Obama se conectó con los niños de la Costa del Golfo o la gente de Luisiana se sintió escuchada por Hillary. Conocer la historia detrás del producto, o la historia de la persona detrás de una idea o producto, da valor al usuario y ayuda a facilitar el entendimiento, tal como sucede en política y en el activismo comunitario.
Aunque en un principio trabajar para una empresa tecnológica parecía un cambio brusco para mí, ahora veo que aquí también puedo usar el poder del storytelling. Se trata de las historias, siempre se ha tratado de las historias, estas son las que nos conectan.