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“Redefinimos el significado de belleza para ayudar a las niñas a crecer cómodas con su piel”

Khulile Vilakazi-Ofosu, fabricante de muñecas de Johannesburgo, asume la falta de representación en los juguetes para niños al crear muñecas que reflejan, afirman y engendran el orgullo de ser africano.

“Mami, haz que mi cabello sea suave”.

Khulile Vilakazi-Ofosu había recogido a su hija de prescolar en Johannesburgo, Sudáfrica. Cuando Isha hizo esa solicitud, Khulile soltó sus llaves y la mochila de su hija y se inclinó para hacer contacto visual.

“¿Qué quieres decir cariño?”, preguntó Khulile.

Isha, que en ese entonces tenía 3 años, le explicó. Sus amigas en la escuela podían acomodar su cabello; estaba liso, suave y largo.

El cabello de Isha no era así. “Era el hermoso cabello afro grueso, apretado y rizado que no hacía todo lo que el cabello de sus amigas podía hacer”, mencionó Khulile.

Mami, haz que mi cabello sea suave.

Khulile se sintió desilusionada.

“Pensé, vaya, es tan joven y ya desea algo que no es”.

Dolorosos recuerdos de su infancia comenzaron a surgir y pinchaban a Khulile. No pudo recordar un momento en el que fuera halagada, abrazada, o que le hubieran dicho que era hermosa. También recordó su viejo apodo, “Sdudla” que significa “gordita”, un término cariñoso en Zulú, la lengua nativa de Khulile. Este apodo nunca le gustó. Ella creció con la idea de que era fea porque dondequiera que miraba – en revistas, la TV, y en películas en los ochenta – casi nadie se veía como ella; ella veía sólo mujeres rubias, de ojos azules, con una hermosa piel y super delgadas. Nadie le aseguró lo contrario.

Años después, cuando decidió tener una hija, Khulile se dedicó a halagar las victorias de su hija y a estar ahí para cualquier desafío que se le presentara. Y entonces aquí estaba, el momento en que esa resolución fue puesta a prueba.

Esa crucial conversación inició Sibahle Collection, una línea de muñecas creadas para representar mejor la diversidad de los niños en Sudáfrica y en todo el mundo.

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Dentro del resplandeciente escaparate blanco, Khulile tomó una muñeca para mostrar a una cliente que deambulaba por la calle de Ferndale, un suburbio de Johannesburgo, dónde se ubicaba la tienda.

Sibahle Collection, que inició en el garaje de Khulile en 2017, creció de manera rápida en una tienda, donde ella trasladó el negocio en 2018.

La muñeca, vestida con un brillante estampado amarillo y naranja con pequeños lunares negros, tenía vitíligo, una condición a largo plazo en la cual la piel pierde sus células de pigmentación. La mujer tocó la muñeca con fascinación, mientras miraba a Khulile con ojos melancólicos.

“¿Sabe lo que esto hubiera hecho por mi autoestima, si hubiera crecido con una muñeca que se pareciera a mí?”, le dijo a Khulile.

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Aunque la misión de Sibahle Collection es que cada niña crezca consciente de la bella y rica diversidad que el mundo ofrece, el inicio de la historia de Khulile no comenzó cada niña. No empezó incluso con su propia hija.

Comenzó cuando Khulile era niña.

Cada mañana, en el municipio de Newcastle, varias millas al sur de Johannesburgo, Khulile se despertaba al amanecer. Avivaba el fuego con el carbón para calentar la casa y colocaba un ladrillo de hormigón en el fuego. Luego, envolvía el ladrillo en papel periódico y lo mantenía cerca de su cuerpo para mantenerse caliente en el frío invierno de Newcastle, mientras caminaba hacia la escuela.

Una mañana, mientras estaba afuera y sostenía su ladrillo caliente, se dio vuelta la vuelta para caminar entre las filas y filas de casas empobrecidas en el barrio de bajos ingresos donde vivía. El humo salió de los tejados, cada uno calentado por hornos de carbón como el de ella. De pronto, Khulile captó el débil susurro del destino en el viento, tan seguro y silencioso como la suave nieve que caía a su alrededor.

“Este no es tu destino”.

Lo supo en ese momento. Ella quería algo diferente a lo que la vida le había dado. Y lo conseguiría.

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Khulile fue criada por su bisabuela, y luego por su abuela cuando falleció su bisabuela, porque en su cultura, un niño que nació fuera del matrimonio no podía vivir con la nueva familia de su madre si es que ella se casaba.

“Mi mama iba a casarse con mi padrastro. No tuvo otra opción que dejarme, como dicta nuestra cultura”, comentó Khulile, mientras sacudía su cabeza en desaprobación.

Ella se esforzó en la escuela – más que nadie. La educación se convirtió en el vehículo que usaría para comenzar su brillante futuro.

Se fue a un internado, luego a la universidad, y luego a su carrera en finanzas. Viajó por el mundo y aprendió cómo hablar siete de los once lenguajes oficiales de Sudáfrica. Con el tiempo, conoció a su esposo, un hombre de Ghana, se casó y pronto tuvieron a su primera hija. Pero durante el embarazo, Khulile comenzó a perder el cabello.

“Siempre tuve un hermoso y grueso cabello afro. Era mi orgullo. Pero empecé a perderlo, y seis meses después de dar a luz a mi hija, lo perdí todo. Estaba calva”.

Khulile había dado a luz y la pérdida de su cabello extendió sus intensas emociones a 18 miserables meses de depresión. Después del trabajo todos los días cuando la bebé dormía, Khulile buscaba en internet e investigaba con desesperación para encontrar cabello artificial que pudiera verse y sentirse como el de una mujer africana.

Su búsqueda la llevó a su futura socia de negocios, Caroline Hlahla.

Caroline, que vive en Londres, había comenzado a vender cabellos naturales, del tipo de África central, que provenían de un fabricante indio que lo reutilizaba. Khulile la encontró en Instagram y compró un poco de inmediato. Lo amó; se veía justo como su propio cabello. Pero había un problema. Los clips para sujetar el cabello artificial a su cabeza requerían por lo menos un poco de cabello natural. En ese punto, Khulile no tenía uno solo.

Ahí fue donde aprendió por su cuenta cómo hacer una peluca, después de ver tutoriales en YouTube.

Amó el resultado y se puso en contacto con Caroline para contarle. Caroline supo que Khulile traía algo entre manos, y decidieron lanzar juntas una compañía de pelucas, con la que llevaron extensiones, sujetadores y pelucas a Sudáfrica.

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Dos años después de lanzar la compañía de pelucas, y luego de la crucial charla con Isha después de la escuela, Khulile decidió que encontraría una muñeca para su hija que celebrara la forma en que Isha se veía. No era tan sencillo como lo pensó.

“No es que existieran muñecas de raza negra en el mercado”, explicó. “Pero eran muñecas de raza blanca con rasgos europeos, pintadas de raza negra. No encontré muñecas con narices más planas o frentes más pronunciadas como la de mi hija”.

Armada con su recién encontrada confianza emprendedora, Khulile y su socia Caroline decidieron crear sus propias muñecas.

Habíamos aprendido como dar vida al cabello sintético para las mujeres, así que, por qué no en una muñeca – una con la que las niñas pudieran jugar y utilizarla para aprender cómo cuidar su propio cabello.

Comenzó entonces la aventura por encontrar un fabricante de muñecas. La búsqueda fue global.

“Primero, los fabricantes no querían hacer una muñeca de raza negra. Nos dijeron, ‘Las muñecas de raza negra feas. Las muñecas de raza negra no se venden. Pero les podemos dar una Barbie y la pintamos’”.

Esa no era para nada la visión que Khulile tenía. “No quiero hablar mal de ninguna marca; Barbie es la muñeca con la que crecí. Pero están hechas con estas narices afiladas, esta estructura corporal poco realista. Así no es como se ven de manera típica las niñas de raza negra”.

De manera eventual, la búsqueda las llevo a un fabricante europeo que entendió lo que significaba Sibahle Collection – ser una voz para aquellos que han sido marginados, para esas niñas que han sido ignoradas por los fabricantes de muñecas o la industria juguetera.

“Redefinimos el significado de la belleza. Enseñamos a las niñas que hay belleza en la diversidad”, comentó, “para ayudar a nuestras niñas a crecer cómodas con su propia piel, con quienes son”.

La palabra Sibahle significa “somos hermosas” en Zulú, la tribu de Khulile. Y en febrero de 2017, la marca lanzó su primer muñeca y vendió casi todas las 300 de inmediato. Desde entonces, ha vendido muñecas que son albinas, muñecas de varias tribus de Sudáfrica, muñecas con vitíligo, y muñecas que representan a las niñas de la India. Hay planes de diseñar muñecas que tengan paladar hendido y alopecia provocada por quimioterapia.

“La conclusión para nosotros es que ninguna niña merece sentirse menos. Así que cuando una niña recibe quimio, ella puede tener algo que ver y decir, ‘Sabes, el hecho de que no tenga cabello no me hace menos valiosa, menos hermosa’”.

La conclusión para nosotros es que ninguna niña merece sentirse menos.

La compañía también ha lanzado mercancía como libros de cuentos, mochilas, rompecabezas, botas para lluvia, y paquetes de fiesta para que las niñas celebren sus cumpleaños. Incluso se les han acercado para hacer una miniseries animada.

Si bien todo es muy emocionante para Khulile, que hace malabares entre su familia, su vida profesional en Microsoft, y la Sibahle Collection, su carga no es algo sencillo de llevar.

“Soy privilegiada por trabajar para Microsoft, en especial para el equipo en el que estoy. Es un entorno que nos impulsa y motiva a perseguir nuestras pasiones y nos ayuda a crear un impacto positivo en las comunidades en las que vivimos y aun así ser capaces de ser empleados productivos”.

A pesar de todos los sombreros que usa – o tal vez debido a esto – es firme con el mensaje que tiene para todas las niñas: que toda niña merece verse en los juguetes con los que juega y merece saber que es hermosa tal como es.

“Quien quiera que seas, eres especial por derecho propio”.

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Cuando Isha vio por primera vez las muñecas que su mamá había creado, apenas lo podía creer. “¡Mami! ¿Soy yo?, preguntó con emoción.

“No eres exactamente tú, bebé. Es una muñeca que se parece a ti”, dijo Khulile.

“Es taaaaan hermosa”, contestó Isha, mientras apretaba a la muñeca a su pecho y huía para jugar, acomodar el vestido y peinar el rizado cabello de la muñeca.

Cabello que se veía justo como el de ella.

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Fotografía por Rodrigo De Medeiros; Videografía por Rodrigo De Medeiros y Steven Heller; reporteo adicional por Amanda Finney.