43 Grupo del Ejército del Aire español, los pilotos que vuelan hacia el fuego

Microsoft Prensa – 27 de mayo de 2025

El teléfono suena. Hay un incendio. Y en cuestión de minutos, los pilotos apagafuegos del 43 Grupo de las Fuerzas Aéreas están en el aire, rumbo al foco, a bordo del avión anfibio Canadair CL-415 -un aeroplano que ha sido replicado a la perfección en el nuevo Microsoft Flight Simulator- que cuenta con capacidad para cargar seis toneladas de agua y la precisión de quien ha hecho esto muchas veces y aún siente que cada vuelo es único.

David Ropero y Pablo Llobell son tenientes del 43 Grupo, una unidad especializada cuya misión principal es la extinción de incendios forestales. Una tarea que se intensifica cada verano con la llegada de la campaña de incendios, que arranca cada 1 de junio y se prolonga hasta octubre. Son los meses más exigentes, cuando las altas temperaturas, la sequedad del terreno y el viento convierten el paisaje en escenario de alto riesgo. Su base está en Torrejón, sin embargo, durante la campaña pueden operar desde cualquier rincón de España: Zaragoza, Badajoz, Málaga, Santiago, Pollença o Salamanca, allí donde sean necesarios.

Imagen de los tenientes del 43 Grupo de las Fuerzas aérea, Pablo LLobell y David Ropero, de izquierda a derecha, delante de uno de sus aviones
De izquierda a derecha : Pablo Llobell y David Ropero, tenientes del 43 Grupo de las Fuerzas Aéreas.

Medio siglo combatiendo el fuego desde el aire

Con más de 50 años de historia, el 43 Grupo de las Fuerzas Aéreas se ha consolidado como una de las unidades más especializadas del Ejército del Aire y del Espacio. Nació en 1980 -anteriormente se les conocía como Escuadrón 404- con el objetivo de apoyar la lucha contra los incendios forestales desde el aire y, desde entonces, ha evolucionado hasta convertirse en un referente internacional. Sus aviones y tripulaciones no solo han actuado en todo el territorio nacional, sino que también han participado en operaciones de emergencia en países como Portugal, Francia, Italia, Grecia, Croacia, Bulgaria, Túnez y Turquía, entre otros.

Parche del 43 Grupo de las Fuerzas Aéreas

¡Apaga… y vámonos!

A lo largo de estas décadas, el 43 Grupo ha acumulado cerca de 200.000 horas de vuelo, de las cuales más de 88.000 corresponden a misiones reales. Aunque su función más conocida es la extinción de incendios, colaboran, además, en operaciones de búsqueda y salvamento (SAR) cuando las circunstancias lo requieren. En estas misiones, los aviones se adaptan para apoyar tareas de localización y rescate, ampliando así el alcance operativo de la unidad y reforzando su papel dentro del sistema nacional de emergencias.

Trabajar entre el cielo y el agua

Durante esos meses, sus días se dividen entre guardias, alertas, despegues y descargas de precisión. Nueve horas de servicio que, cuando están activados, se reparten en dos bloques, con una parada mínima para repostar, comer algo rápido y volver al aire. A menudo, la llamada les pilla en tierra y llega cuando menos se lo esperan. En máximo treinta minutos, la tripulación, formada por dos pilotos y un mecánico de vuelo, ya está lista para despegar.

Cada operación comienza con una revisión exhaustiva del avión. Las ruedas, el tren de aterrizaje, los niveles hidráulicos, las hélices, el fuselaje. Nada se deja al azar. “Comprobamos que no haya ningún elemento suelto, que no existan fugas de líquido hidráulico, que las pinzas de la electricidad estática y de las ruedas se hayan retirado, que no existan rastros de aceite en la hélice, abolladuras en los bordes de ataque, alguna herramienta olvidada…”, detalla el teniente Llobell. Después, los pilotos reciben coordenadas precisas del incendio. Ya en vuelo se dirigen a la zona y buscan un punto de carga en una masa de agua, preferiblemente un embalse o un pantano.

Avión Canadair CL-415 del 43 Grupo cargando agua

Aun así, las circunstancias pueden provocar que haya que cargar en el mar. Esto hace que la misión se pueda complicar. Además de ser una superficie más dura por la mayor densidad del agua salada, los pilotos pueden encontrarse con inconvenientes como las olas, los barcos y la propia inestabilidad de aguas abiertas, lo que obliga a una precisión total. La maniobra de carga dura apenas doce segundos y permite recoger hasta seis toneladas de agua, dependiendo de la cantidad de combustible que lleve el avión. Luego, toca descargar justo donde se necesita, con viento, humo u orografía compleja. Cada vuelo es diferente.

Cuidado al detalle en cada maniobra

Los tenientes Ropero y Llobell no lo cuentan buscando elogios, en cambio se nota el orgullo por lo que hacen. Hablan con detalle de cada maniobra, de los sistemas de seguridad, del entrenamiento. En la cabina, hay una palanca que impide que las compuertas se abran accidentalmente durante la carga. Si lo hicieran, el avión podría desestabilizarse. Con la aeronave llena de agua, los virajes deben ser suaves y controlados. Todo está diseñado minuciosamente. Durante la misión de extinción no hay margen de error.

comenta el teniente Llobell descargando agua visto de arriba

Teniente Pablo Llobell:

“El momento de la descarga exige una precisión extrema y mucha templanza. Una vez sobre el incendio, en muchas ocasiones podemos sentir incluso el calor del fuego. Armamos las compuertas, seleccionamos cómo arrojaremos el agua -si secuencialmente o toda a la vez- y, con una pulsación, nuestra aeronave pasa casi instantáneamente a pesar seis toneladas menos. Debemos sujetar bien los controles para evitar salir disparados hacia arriba y alejarnos rápidamente para volver a cargar agua”.

El ritmo es intenso. Fuera de la campaña, los pilotos del 43 Grupo tienen un calendario de entrenamiento continuo, normalmente en los embalses de la sierra de Madrid, que los prepara para los momentos más exigentes, cuando pueden coexistir múltiples focos en el territorio. Cuando llega el momento de actuar es diferente, no existen salidas iguales, “hay zonas especialmente complicadas, como terrenos montañosos o escarpados, donde maniobrar es mucho más delicado”.

Con los años, han acumulado decenas de misiones, cientos de horas de vuelo y miles de aprendizaje. La experiencia no se mide solo en cifras, sino en cómo se enfrentan a cada empresa. “Después de 200 horas de vuelo piensas que ya lo conoces todo, y cuando llegas a las mil, te das cuenta de que no sabías nada. Y a las dos mil, aún sigues aprendiendo”.

Un Canadair CL-415 del 43 Grupo visto de frente

Sentirse parte del 43 Grupo, desde casa

Hace tan solo unos meses, vio la luz la última versión de Microsoft Flight Simulator, el juego de simulación de vuelo más famoso de todos los tiempos. Una de sus muchas novedades es la inclusión del Canadair CL-415 entre sus aeronaves, así como misiones específicas de entrenamiento y extinción de incendios, que se desarrollan sobre prácticamente un gemelo digital de nuestro planeta. Todo está reproducido hasta el mínimo detalle, desde los mandos e instrumentos a la orografía de nuestro planeta y las condiciones climatológicas en tiempo real.

Los tenientes Llobell y Ropero se pusieron a los mandos de Microsoft Flight Simulator 2024 para vivir en tierra su experiencia habitual en los cielos. Aprovecharon para volar sobre el embalse del Atazar y de Valmayor, sus lugares habituales de entrenamiento. Su primera impresión fue el nivel de detalle: “La recreación del terreno es muy realista, nos podemos encontrar todos los embalses a los que solemos ir. Incluso la visión del agua está muy conseguida”, comentaron al reconocer los mapas de Madrid. “La cabina es igual a la del CL-415 que tenemos en el Ejército español, hasta los detalles más mínimos, impresiona por el realismo conseguido”, añadieron al comprobar su distribución, sorprendidos por la fidelidad incluso en aspectos técnicos como la maniobra de carga o la respuesta del avión en situaciones de emergencia.

Vista de la cabina de un avión CL-415

“La cabina es igual a la del CL-415 que tenemos en el Ejército español, hasta los detalles más mínimos, impresiona por el realismo conseguido”

Añadieron los tenientes Llobell y Ropero al comprobar la distribución de la cabina del Microsoft Flight Simulator

En Microsoft Flight Simulator se puede despegar, cargar en un pantano o en el mar, y descargar agua sobre una zona concreta, igual que hacen los pilotos en cada misión. Para quienes siempre han sentido curiosidad por esta labor, es una forma de vivirla desde dentro. Y para los más jóvenes, quizá una primera conexión con una vocación inesperada.

La tecnología, en este caso, no solo simula. También visibiliza. Acerca a las personas a un trabajo que muchas veces, siendo esencial, pasa inadvertido. Y pone en valor el esfuerzo de quienes, como David, Pablo y muchos otros pilotos, vuelan hacia el fuego para proteger nuestro planeta, mientras otros luchan contra él o contienen la respiración desde tierra.

Vista del interior de la cabina en una aproximación a pista al atardecer

Algunas de las imágenes que ilustran este artículo han sido cedidas por Miguel Ángel Ramírez.