La IA ayuda a los pequeños agricultores y viticultores argentinos a competir al tiempo que atrae a una nueva generación
Como contadora, Elizabeth Panella se siente más cómoda cuando analiza hojas de cálculo y números. Pero después de que su padre falleció en 2015 y ella y sus hermanos heredaron los viñedos familiares en Argentina, se encontró de lleno produciendo uvas y administrando insumos agrícolas.
Los hermanos estaban encontrando su lugar como viticultores en Mendoza, la región productora de vino más grande de Suramérica, conocida por su Malbec, cuando llegó la pandemia, justo en medio de la temporada de cosecha. En ese momento, alrededor del mundo entero las empresas y trabajadores adoptaban el trabajo a distancia y las videollamadas para evitar el contagio, y Panella también recurrió a la tecnología para llevar la cuenta de los tachos de uva recolectados mediante un equipo que le permitió gestionar la cosecha electrónicamente, lo que le ayudó a reducir el contacto físico tradicional.
En poco tiempo, había adoptado una serie de nuevas herramientas impulsadas por IA que están ayudando a revolucionar y democratizar la agricultura en Argentina, y en otros lugares, al brindar a los pequeños agricultores acceso a agrónomos, científicos de datos y algoritmos que les ayudan a sembrar, regar, fertilizar y cosechar de manera más eficiente para ahorrar dinero y ser más sostenibles y competitivos.
Otros países están tomando nota de la revolución agtech a medida que los gobiernos intentan incrementar la producción de alimentos para una población en aumento, incluso en medio de un suministro cada vez menor de agua y menos tierras de cultivo y de mayores desafíos geopolíticos y económicos.
«Hay sentimiento de arraigo y no queremos que el día de mañana se pierda», dice Panella. «Hemos seguido con la tradición de mis bisabuelos, abuelos y después de mi papá y ahora estamos nosotros llevando de la mejor manera que podemos la producción vitivinícola para entregarle el día de mañana la finca a nuestros hijos», lo que incluye integrar nuevas demandas de la industria agrícola, como la trazabilidad que, dice, es «mucho más fácil de llevar a cabo con tecnología».
Alrededor de una cuarta parte de la tierra cultivable y bosques se encuentran en América Latina, según The Nature Conservancy. Y Argentina en particular es una potencia agrícola, clasificada entre los principales proveedores de alimentos del mundo, según el Banco Mundial, y especializada en vino, carne vacuna y soja, entre otros. Por lo tanto, los viticultores y agricultores del país tienen una gran influencia sobre la producción mundial de alimentos.
«La agricultura es la esencia de la vida y la madre de todas las industrias», dice el CEO y fundador de Agrobit, Horacio Balussi. «Poner una semilla en el suelo y cultivar alimentos le da a la gente una visión diferente del mundo y de su vida, por lo que los agricultores son personas diferentes, muy especiales».
Balussi, quien creció como hijo de un carpintero en una comunidad de productores de maíz en Argentina, fundó Agrobit, una compañía tecnológica que comenzó con software agrícola hace 40 años y en 2019 empezó a usar IA y aprendizaje automático para armar el primer sistema agrícola inteligente del país.
Agrobit trabajó con Microsoft para construir una plataforma personalizable en Azure y acelerar su certificación y entrada en el mercado con el fin de poder llevarla a los agricultores y viticultores más rápido. Microsoft ya tenía experiencia en la industria a través de sus programas Proyecto FarmBeats y Proyecto FarmVibes, que utilizan sensores, drones, satélites, tractores conectados y otros equipos agrícolas para transmitir información a herramientas y algoritmos impulsados por IA y convertir los datos en inteligencia. Microsoft anunció recientemente Microsoft Azure Data Manager of Agriculture, una solución comercial desarrollada sobre la base de Project FarmBeats
La primera plataforma de IA de Agrobit se centró en la soja, el maíz y el trigo, y hoy se ha expandido hasta apoyar la gestión de 50 cultivos diferentes, incluidos limones, tomates y paltas, todos cultivados en aproximadamente 3 millones de hectáreas de los campos de sus clientes. El sistema mejora constantemente, lo que ayuda a los agricultores a producir más al tiempo que reducen insumos como semillas, agua y fertilizante, al aplicar cantidades precisas en lugares específicos para crear un modelo más sostenible de producción de alimentos, dice Balussi. Por otro lado, los clientes de Agrobit generan ahorros de hasta un 30% cuando implementan las recomendaciones de los sistemas, señala José Avalis, técnico de Agrobit.
Avalis representa al nuevo tipo de agricultor al que Agrobit se dirige al tiempo que nivela las condiciones para competir en la industria agrícola argentina. Hijo de agricultores, Avalis dice que es «el primer tecnológico de la familia», pero continúa con el legado de sus padres al cultivar alrededor de 1.200 hectáreas con su hermano en su tiempo libre.
La tecnología agrícola ayuda a campos de todos los tamaños, de familiares a grandes cooperativas, a todos los niveles de la cadena alimentaria, desde el back-end (presupuestos, facturas y trazabilidad) hasta el trabajo en los propios cultivos, dice Avalis.
Con la plataforma de Agrobit los agricultores pueden manejar diferentes escenarios para años secos o húmedos y añadir factores como regulaciones gubernamentales cambiantes, valoraciones de mercado y tipos de cambio de divisas, en combinación con todos los requisitos específicos de siembra y cosecha para cada tipo de cultivo, así como elaborar rápidamente planes y presupuestos, explica Avalis. El sistema puede incluso sugerir un tipo diferente de cultivo que podría funcionar mejor para una determinada temporada en función de todos esos parámetros. Y las aplicaciones funcionan tanto en computadoras de oficina conectadas a la red, como en dispositivos no conectados en el campo.
«A los agricultores les gusta la tecnología, pero son muy conservadores y necesitan pruebas reales para adoptarla», dice Balussi.
Juan Martín Millet, de 43 años, es un agricultor de cuarta generación que vive y trabaja cerca de Rosario, en la pampa húmeda argentina, una región muy fértil donde Millet cultiva trigo, maíz, soja y sorgo, además de criar vacas, en un campo de 3.500 hectáreas. Millet es un buen ejemplo de esa transición de lo puramente tradicional a la aplicación de la tecnología.
«Siempre estoy tratando de adaptarme e innovar», dice, pero incluso los cambios más pequeños pueden terminar siendo errores costosos.
Así que cuando Millet adoptó la plataforma ACA Mi Campo hace cuatro años, comenzó poco a poco. ACA, una cooperativa de 50.000 agricultores, ayuda a sus miembros a aprovechar la tecnología para conseguir cultivos de mejor calidad de manera más eficiente.
Lo primero que hizo Millet fue variar la densidad de las semillas en la siembra de sus lotes basándose en la información geográfica que realizó ACA Mi Campo, y durante toda la temporada comparó económicamente el resultado de las zonas del lote donde variaba la densidad de las semillas frente a zonas del mismo lote donde utilizó métodos tradicionales de siembra. El sistema le generó ahorros de alrededor del 10% al año, ya que utilizó menos semillas y usó menos fertilizante a la vez que obtuvo los mismos rendimientos, por lo que Millet rápidamente pasó a usar las recomendaciones para aplicar fertilizantes con mayor precisión, y dice estar «entusiasmado de hacer más» agricultura variable asistida por tecnología.
El resultado de las pruebas de Millet con la aplicación convenció al agricultor de toda la vida de dejar de cultivar «por hábito» y «hacer las cosas más concienzudamente, teniendo en cuenta lo que requiere cada entorno específico», dice. Y a pesar de que la experiencia de Millet como productor abarca más de dos décadas, el diario de trabajo que le proporciona la plataforma ha sido particularmente útil para recordatorios y consejos sobre tareas que sólo se realizan una vez al año, dice.
“Este proceso viene a democratizar el acceso a la tecnología”, señala Cristian Ottaviani, asesor zonal de ACA Mi Campo. “Cuatro, cinco, seis años atrás era muy costoso en tiempo y en dinero acceder a este tipo de herramientas. Era de a poco, porque era tan costoso en tiempo hacerlo… ahora en cuestión de minutos podés tener el mapeo de todo tu campo”.
El otro gran valor que tiene la expansión de la tecnología agrícola entre los pequeños productores, añade Ottaviani, es “más allá de lo económico, lo ambiental: el hecho de ser mucho más eficiente con los fitosanitarios, con los fertilizantes químicos que estamos utilizando en la producción en Argentina, o en el mundo”.
Utilizando sensores, satélites y algoritmos, bajo la tutela de ingenieros agrónomos, científicos de datos y desarrolladores de software, sistemas como el de Agrobit monitorean las condiciones del aire y el suelo y las predicciones para un campo, y envían alertas a los agricultores cuando llega el mejor momento para plantar, regar, fertilizar, desbrozar malezas y cosechar un cultivo específico. Con cada paso satelital, el sistema monitorea el crecimiento de las plantas y recomienda acciones. Y el elemento de aprendizaje automático le ayuda a aprender continuamente las mejores prácticas para cada zona y mejorar en cada temporada con el fin de ayudar a los agricultores a aumentar la calidad, la eficiencia y el ahorro de costos. Además, esto ayuda a los productores a realizar un monitoreo remoto, lo que les da la capacidad de cultivar áreas más grandes y les libera para realizar otras actividades, como el trabajo de contabilidad de Panella y de programación de Avalis.
Esa libertad es particularmente atractiva para los agricultores más jóvenes, que se sienten más cómodos con la tecnología y tienden a tener carreras y actividades que les impiden estar recorriendo los campos tanto como sus padres o como lo hicieron generaciones anteriores, dicen Balussi y otros expertos.
Ese cambio generacional es uno de los mayores desafíos que enfrentan los agricultores en América Latina, y en todo el mundo, señala Balussi. «Los productores están envejeciendo, y no tenemos jóvenes que entren en la industria para reemplazarlos», dice el CEO. «Pero a los jóvenes les gusta la tecnología, y les tienta y hablita para meterse en la agricultura y tener éxito».
Panella, de 42 años, entró en las nuevas tecnologías productivas de la mano de Fecovita, una federación de 5.000 pequeños viticultores, integrada por 29 cooperativas, que ayuda a promover y vender el vino que estos producen, y controlan juntos el 22% del mercado vinícola de Argentina.
El grupo ofrece acceso a 26 agrónomos y 60 expertos vinícolas que trabajan en su propio laboratorio, un servicio mecanizado de vendimia, un servicio de fumigación aérea con drones, y un equipo de soporte técnico que incluye a Juan Garro, ingeniero agrónomo que ha sido coordinador técnico de Fecovita durante 10 años.
«Aunque han aparecido muchas herramientas digitales, trabajamos con pequeños productores que han tenido dificultades para incorporarlas porque no tienen acceso a dispositivos inteligentes o Wi-Fi», dice Garro. “Tuvimos un caso, una experiencia muy particular con la pandemia, por ejemplo, que tuvimos que, de forma acelerada, aprender a manejar todas las redes sociales, todo el tema de las plataformas de videollamadas, y en ese caso hasta productores de 60 a 65 años, 70 años, que nunca habían tocado una herramienta inmediatamente tomaron la mecánica, empezaron a conectarse, participaban de reunión de capacitación”.
Ahora, poco a poco, con una aplicación simplificada que ayuda con solo presionar un botón, están adoptando tecnología en sus viñedos, cuenta Garro.
Los viticultores pueden tomar decisiones más rápidas gracias a que tienen expertos a su disposición para asesorarles «prácticamente las 24 horas del día» sin tener que esperar a que los técnicos o agrónomos manejen sus viñedos para diagnosticar los problemas, dice Garro. Y la plataforma digital de Fecovita facilita la carga de la documentación que requieren los compradores, en un mundo donde la trazabilidad proporciona una ventaja competitiva a medida que los consumidores se interesan más en la sostenibilidad y las prácticas respetuosas con el medio ambiente. También, algunos registros digitales son accesibles para el equipo de la cooperativa con el fin de ayudarles a garantizar la calidad de los vinos del grupo.
«Ahora podemos conocer todo el proceso que se le hizo a la uva Malbec del cuartel Nº X que entró en la pileta Nº X y terminó en la Botella Nº X», dice Garro. «Y si tenemos algún tipo de problema, podemos volver para identificar exactamente lo que sucedió en el camino».
“Los consumidores, o sea, los compradores, los potenciales compradores de Estados Unidos, Canadá, de todo el mercado, nos están pidiendo ya trazabilidad del producto, entonces esos son los grandes beneficios que tendría el productor, que tiene una herramienta bastante interesante en la palma de su mano para ver lo que está sucediendo en su campo, pero a la vez tiene respaldo documental de todo lo que hace en su viñedo, que hoy en día es bastante importante para los mercados”, señala.
Desde que comenzó a trabajar con el equipo técnico de Fecovita, Panella ha visto un aumento en la productividad, con una disminución en los costos y en el tiempo invertido, lo que le ayuda a competir mejor frente a productores de vino más grandes en una industria nacional de más de 1.200 bodegas, según el Gobierno de Mendoza. El sistema transmite imágenes satelitales a los agrónomos de Fecovita, que ayudan a la viticultora a monitorear sus viñedos y le asesoran virtualmente a través de la aplicación para evitar posibles problemas y mantener sus vides sanas y libres de malezas. La aplicación le alerta de la posibilidad de heladas, lo que le da margen para proteger las uvas.
Quizás aún más importante, dada la sequía de una década en Mendoza, es que los dispositivos en los pozos de Panella le permiten comenzar a bombear agua a sus vides con un simple clic en la aplicación, sin importar dónde se encuentre, lo que reduce el uso de riego a través de un sistema cronometrado más preciso. Gracias a la combinación de esto con el servicio de diagnóstico vitícola de Fecovita, que provee herramientas como ph metros, un instrumental para medir el ph en agua y volver más eficientes los tratamientos fitosanitarios, y como caudalímetros, que permiten medir el caudal de ingreso a la finca y regular la distribución del agua, algunos productores han podido aprovechar el agua en un 10% más, señala Garro.
«Podemos ver todos los insumos y las cantidades de todo lo que usamos para analizar si estamos siendo óptimos con el uso de nuestros recursos y si vamos en la dirección correcta o no», dice Panella. «Es una combinación de humanos y tecnología lo que nos está guiando hacia una mayor eficiencia y ayudándonos a ser más competitivos».