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Construir robots en equipo abre puertas y corazones

Pepper Swanson le da un pequeño motor a su hermano, Wyatt Gowen, y le señala dónde cree que debería ir en el robot que construyen juntos en su laboratorio de cómputo en la escuela secundaria.

Gowen le pregunta qué le gustaría que hiciera el robot. ¿Quiere que se mueva hacia adelante? ¿Que dé la vuelta? Swanson, que tiene 18 años y síndrome de Down, es la diseñadora y evaluadora del proyecto. Ella le comenta a su hermano que quiere que la rueda al frente gire de manera lenta, para que muestre la estrella azul que puso en la parte superior.

Cuando las piezas están en su sitio, el robot comienza a ronronear, reproduce una melodía y avanza.

“¡Sí, me encanta!”, exclama Swanson con una sonrisa.

Los hermanos, que asisten a la Escuela Secundaria Ballard en Seattle, son parte de Unified Robotics, la cual conecta a estudiantes con discapacidades intelectuales con otros estudiantes para construir robots y competir. El programa busca presentar a estudiantes con necesidades especiales con sujetos STEM, abrir puertas a carreras potenciales y fomentar amistad. A su vez, los estudiantes con alto desempeño se conectan con una población con la podrían tener poca exposición y obtener habilidades de liderazgo.

Pepper Swanson participa por segundo año en Unified Robotics y se desempeña como diseñadora y evaluadora de su equipo.

“No creo que Pepper haya pensado alguna vez en la robótica como una posibilidad o que tuviera un interés real en ella”, comentó Gowen, de 16, que también está en el equipo FIRST Robotics de la escuela. “Esto le dio la oportunidad de hacerlo conmigo. Es una oportunidad de pasar tiempo con ella, de construir algo juntos. Es algo muy divertido”.

El programa lo arrancó Delaney Foster en 2015, estudiante de la Escuela Secundaria King en Shoreline, Washington. Foster era miembro del equipo de robótica de la escuela y quería encontrar una manera de involucrar a su hermana, Kendall, que tiene autismo. Ella tuvo la idea de comenzar Unified Robotics después de leer una historia sobre el programa de Microsoft para reclutar y contratar personas con autismo, parte de un esfuerzo más amplio de la compañía para aprovechar una base de talento sin aprovechar y crear oportunidades para las personas con discapacidades.

Desde su concepción en 2015, Unified Robotics se ha expandido a cerca de 50 escuelas alrededor de los Estados Unidos.

Microsoft brindó los dispositivos Surface que los equipos de Unified Robotics utilizan para construir y programar sus robots, así como mentoría y guía conforme ha crecido el programa. La compañía también organiza eventos de lanzamiento y construcción de robots en su campus en Redmond, Washington, y los empleados de Microsoft han sido jueces y árbitros en los campeonatos en Washington.

“Estamos orgullosos de apoyar a Unified Robotics, que reúne a otros dos socios de Microsoft, Special Olympics y FIRST Robotics”, comentó Marcie Nymark, directora de asociaciones de marca en Microsoft.

“Es un programa de gran impacto que promueve el interés de los estudiantes en STEM e impulsa nuestra misión de fomentar la diversidad y la inclusión”.

El soporte de Microsoft “ha sido un punto de inflexión”, comentó Noelle Foster, madre de Delaney y Kendall y directora ejecutiva de Unified Robotics. “Ha llevado al programa a un nivel diferente”.

La iniciativa fue modelada a partir de Unified Sports, un programa inclusivo que conecta a atletas de las Olimpiadas Especiales con compañeros de equipo para entrenar y competir. Unified Robotics, que se ha asociado con Special Olympics Washington, ahora funciona en alrededor de 50 escuelas secundarias alrededor de los Estados Unidos, donde cada estado organiza su propia competencia.

Noelle Foster, directora ejecutiva de Unified Robotics, comenta que el programa cambia la percepción acerca de las capacidades de las personas.

Los campeonatos 2018 de Washington se realizaron el 18 de noviembre en el Pacific Science Center en Seattle, donde los equipos compitieron en un juego tipo torneo en el que tratan de empujar a los robots de los oponentes fuera de un círculo de cuatro pies de diámetro.

Para Richard, hijo de Boris y Tatyana Bruk, la escuela era un experiencia triste. Él tiene un frágil síndrome X, un desorden genético que impacta las funciones cognitivas y emocionales, y sus padres han batallado para encontrar programas que se adapten a él. Después, un profesor de educación especial conectó a Richard con Unified Robotics, y él floreció. Ahora tiene 24 y está en su cuarta participación en el programa.

Boris Bruk comenta que su hijo Richard ama Unified Robotics “porque es inclusivo”.

“Lo ama porque es inclusivo”, comentó Boris. “Los estudiantes regulares están con los niños de educación especial y eso es lo que él necesita, atención. Es atención uno a uno. La robótica no es el punto importante, la inclusión lo es.

Boris ha tratado de involucrar a Richard en actividades en casa, desde construir cosas juntos a volar un helicóptero a control remoto. Él no se interesaba y se cansaba de pasar tiempo en casa con sus padres.

Boris comenta que, después de unirse a Unified Robotics, Richard comenzó a tener ganas de aprender y tomar nuevos retos. Hizo amigos y creció su confianza. El programa le brindó una salida de estímulo social y le otorgó a Boris y Tatyana una red de padres con experiencias compartidas.

“Tanto padres como hijos se divierten”, comentó Boris. “Todo va de la mano y es un programa increíble”.

Durante un fin de semana reciente en el campus de Microsoft, Richard está entre los equipos de estudiantes de Unified Robotics que trabajan en sus robots durante el evento de construcción de este año. Él y su compañero, Payton Ratzliff, han construido la base para su robot y Richard habla emocionado sobre el campeonato que está por venir. Ratzliff, estudiante de la Universidad de Washington, comenta que le gusta la capacidad del programa de reunir a un grupo diverso de participantes.

“Me da la oportunidad de trabajar con gente con la que por lo general no podría hacerlo”, comentó. “Todos vienen de lugares y antecedentes diferentes, siempre hay algo que aprender de cada uno”.

Payton Ratzliff, a la izquierda, y Richard Bruk, toman un descanso durante la construcción de su robot.

En una mesa cercana, Einar Pedersen y su socio Sam Hansen trabajan juntos por tercer año. Hansen, que tiene autismo y le gusta la animación y la producción cinematográfica, ha realizado bocetos de diseños para el robot de la pareja en una pizarra blanca. Admite que en un inicio no estaba interesado en el programa pero comenta que es mucho más divertido de lo que esperaba.

“Me gusta estar con Einar y colaborar en nuestras ideas”, comentó Hansen, que va a la Escuela Secundaria Ingraham en Seattle. “Yo soy una especie de artista conceptual y él es el programador”.

Pedersen, que es miembro del equipo de robótica en la Escuela Secundaria King, vio a Unified Robotics como una manera de representar al equipo y dar algo a la comunidad. Él y Hansen se unieron por su amor por el dibujo, comenta, y en ocasiones están en contacto fuera del programa.

“Puede hacerme amigo de Sam y entender cómo algunas personas con necesidades especiales pueden pensar”, comentó Pedersen. “Creo que ese es un aspecto en verdad importante, obtener un mayor conocimiento humano y ser capaz de relacionarte con las personas. Eso es lo que acerca a las personas. Eso es lo que hace este programa”.

Einar Pedersen, izquierda, y Sam Hansen, hacen equipo por tercer año.

También permite a estudiantes con discapacidades intelectuales ver su potencial, comenta Jeff Black, miembro de la mesa directiva de Unified Robotics.

“Los motiva a pensar a pensar un poco más allá de como lo habrían hecho sobre sí mismos o tal vez de como habrían pensado sobre ellos sus padres y profesores”, comentó. “Ellos son los que construyen los robots, y están muy orgullosos de lo que hacen”.

Para los padres con niños que tienen discapacidades intelectuales o de desarrollo, encontrar oportunidades educativas y sociales apropiadas puede ser un reto. Para criar a su hijo Jesse, que tiene autismo, Lauren Feaux y Jose Oglesby, de Seattle, tenían el conflicto de inscribirlo en programas relacionados con necesidades especiales. Ellos querían poner a Jesse en actividades en las que pudiera tener éxito, pero también querían evitar limitar su potencial al colocarlo en programas enfocados en personas con discapacidades.

“Sentíamos que los programas regulares deberían incluir a personas con discapacidades. No nos gustaba la idea de que fuera segregado”, comentó Feaux.

La naturaleza inclusive de Unified Robotics los atrajo. Es un reflejo del mundo real, señalan, en el que ser capaz de trabajar con un diverso rango de personas es importante. Jesse se involucró con Unified Robotics cuando arrancaba el programa, para ayudar a reclutar escuelas y participar en un equipo el primer año. Sus padres comentan que la experiencia le dio confianza y le permitió desarrollar su talento natural para organizar a la gente.

“Pudo demostrar liderazgo y reunir a la gente. Pudo trabajar en un grupo”, comentó Oglesby. “Ese rol de liderazgo fue en verdad importante para él”.

Kyungmo Choi, izquierda, y Govardhini Pusarla colaboran en su robot.

Jesse ahora es estudiante de segundo año en el Instituto Georgia de Tecnología. Inició una liga inclusiva de Ultimate Frisbee en el colegio a partir de las habilidades que obtuvo a través de Unified Robotics.

“Me gusto ayudar a todos, y también me gustó tener la oportunidad de desarrollar algunas habilidades de reclutamiento”, comentó. “Creo que es muy importante relacionarse con otras personas que son diferentes de nosotros, y tener amigos es algo valioso”.

Para Noelle Foster, uno de los aspectos más poderosos del programa es el cambio de percepciones acerca de las capacidades de las personas. Ella recuerda a una participante que no podía hablar y tenía una destreza limitada. La niña no podía colocar las pequeñas piezas de Lego en el kit del robot, así que su compañera, que buscaba una manera de involucrarla, le dio el trabajo de poner una pieza en un orificio.

Ellos son los que construyen los robots, y están muy orgullosos de lo que hacen.

Al principio ella batalló, se frustró y estaba agitada. Pero después de 45 minutos, comenta Foster, pudo hacer que la pieza encajara. La niña estaba tan emocionada que se tomaba selfies y quería llamar a su padre en Skype para mostrarle, recuerda Foster. Para el final del programa, había podido encajar seis piezas en una barra y motores en los extremos para que pudieran girar. Había construido su robot.

“Los otros niños vieron a alguien que había trabajado muy fuerte en algo que ellos dan por sentado”, comenta Foster. “Los impactó mucho y aprendieron sobre tenacidad”.

Un día la madre de la niña detuvo a Foster mientras ella se dirigía hacia su auto y le agradeció por permitir que su hija participara.

“Su hija fue un regalo para el programa”, le dijo Foster. “Ella fue la que generó el impacto más grande en todos”.

Foto principal: Pepper Swanson, izquierda, y su hermano Wyatt Gowen trabajan en su robot. Imágenes de Pepper Swanson y Wyatt Gowen por Scott Eklund/Red Box Pictures. Todas las otras imágenes cortesía de Stephen Smith.