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Estamos en casa

Crecer fuera de la red allanó el camino para el director de medio ambiente de Microsoft

El patio de juegos de la infancia de Lucas Joppa era el bosque. Sin TV. Sin computadoras. Ahora, él apuesta el futuro de nuestro planeta en la tecnología.

“¡Esa parece una gran colina para un trineo!”, exclama Lucas Joppa mientras caminamos por el sendero Granite Creek cerca de North Bend, 45 millas al este de Seattle. Mira una hilera de helechos que parecen prehistóricos que salpican a algunas piedras negras resbaladizas que se mezclan en una colina con una inclinación perfecta sobre una cresta cercana.

Con una perfección peligrosa, también – algo que Lucas también nota. No hay nieve, pero los recuerdos de las inesperadas tormentas de invierno aún persisten.

“Mis hijos siempre buscan las mejores colinas para usar su trineo”, comenta mientras se encoge de hombros. “Hábitos”. Ellos también prefieren las peligrosas, algo que es muy probable que hayan heredado de su padre.

Con seguridad, sólo días después de nuestra caminata y mi visita a la casa de Joppa, asentada cerca de las faldas del Monte Washington al final de un camino sin salida, recibí una curiosa respuesta automática de su cuenta de email:

Tuve una pequeña caída y no puedo escribir por un tiempo. Voy a leer emails pero no podré responder mucho. Por favor llámame.

Cuando me comuniqué con Lucas al siguiente día, me confirmó que tuvo un accidente mientras esquiaba y se rompió el brazo y se dislocó el hombro.

“¿Conoces el dicho, ‘mira antes de saltar?’”, comenta, con la voz llena de emoción a pesar del dolor que siente. “Muy seguido olvido la primera parte”.

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Su inclinación por saltar es lo que al final llevó a Lucas a Microsoft donde es el jefe ambiental de la compañía y el cerebro detrás de una ambiciosa idea que involucra utilizar computadoras para ayudar a entender y preservar el mundo natural.

Fuera de la montaña por ahora, se encuentra detrás de la barra en su sala de estar de su espaciosa casa, decorada en el interior como una cabaña y armada con madera recuperada, puertas de granero y artefactos silvestres.

Se asoma por debajo de un sombrero de camionero con la leyenda “Cree en las Montañas”, y un tatuaje de un árbol está metido bajo la manga de su camisa. El árbol está ahí para recordarle ser paciente y encontrar perspectiva, explica.

“¡Sólo la idea de que puedes tener a un organismo vivo por miles de años, en un lugar, y todo lo que ha pasado a su alrededor y todo lo que ha visto!”

Por mucho tiempo, Lucas ha sido impulsado por dos cosas, maravilla y preocupación, ambas relacionadas con el mundo natural. Maravilla alrededor de cómo funciona, cómo se construye, y cómo evoluciona. Preocupación por lo que se convierte y nuestro impacto como seres humanos.

Si bien su inclinación por pasar horas al aire libre sería algo que se puede esperar de alguien con un puesto como ese, su trayectoria ha sido un poco más inesperada. A menudo saltó y miró más tarde.

Lucas comenzó sus estudios con un curso básico de zoología, que avivó su pasión por la ciencia y su admiración por el mundo que lo rodea. Después de su primera clase, fue directo a la oficina de admisiones y solicitó su especialidad en ecología.

Ahora, lidera el programa y el equipo de AI for Earth de Microsoft, y parte de su trabajo es tratar de hacer tangible la importancia de nuestras acciones diarias y su impacto en la Tierra. El programa, que ahora es una inversión de 50 millones de dólares para la compañía, creció a partir de la pasión de Lucas por el planeta y de una idea que capturó la atención del equipo de liderazgo de Microsoft – y que en última instancia resultó en otro salto, hacia las oficinas centrales de la compañía en Redmond.

“La naturaleza me fascina. Los árboles. ¿Qué son esas cosas?”, comenta, mientras señala por la ventana. “¿Cómo los protegemos? ¿Cuál es nuestro futuro?”

Una vez que encontró su pasión como estudiante de zoología, Lucas saltó de nuevo, para aplicar en un riguroso programa de doctorado.

Pero primero, él y su esposa, Jamie Joppa, que para ese entonces estaban recién casados, partieron hacia Malawi para pasar un periodo de dos años en los Cuerpos de Paz donde Lucas trabajó en el parque nacional y Jamie era voluntaria de atención médica. Él regresó a Estados Unidos y a Carolina del Norte para terminar su doctorado en menos de tres años – a una enorme velocidad para la mayoría de los estándares.

El consejero de doctorado de Lucas, el doctor Stuart Pimm, comenta que el trabajo en campo de Lucas en África complementó sus esfuerzos en el aula y más allá, y agrega que se sintió impresionado desde el principio por la flexibilidad de Lucas en diferentes entornos.

“Una cosa es ser bueno en el campo. Otra muy diferente es ponerse traje y corbata y recorrer los pasillos de poder”, agregó.

Lucas tomó un trabajo en Microsoft en el laboratorio de investigación de Cambridge, en Reino Unido, su mundo se cruzó por primera vez con Josh Henretig, empleado de Microsoft ubicado en Redmond, Washington, que trabajaba en los esfuerzos de sustentabilidad de Microsoft.

“Él es brillante”, comenta Josh, quien ahora trabaja como líder en el equipo de Lucas. “Él desafía la sabiduría convencional y lleva información de valor a nuevas áreas”.

Josh, quien ha trabajado en Microsoft por 16 años, dice que admira el claro sentido de propósito de Lucas. “Todos buscamos una nueva perspectiva que nos ayude a refrescarnos. Él ha ayudado a revitalizar eso en mí. Su trayectoria y ambiciones profesionales son algo que me inspira”.

Josh y Lucas también pasan tiempo juntos en el exterior, en caminatas, en bicicleta, en esquíes. “¿Qué me sorprende de Lucas? Es algo un poco divertido, a pesar de su interés por el exterior, lo propenso que es a sufrir accidentes”.

Mencioné el hombre dislocado. “Eso, y un pulgar roto, muñeca torcida, rodilla fracturada, cara destrozada. Y eso sólo ha sido este año”, menciona divertido Josh. (Lucas me asegura que el año ha sido atípico. Por lo general no es tan propenso a los accidentes.)

¿Conoces el dicho, ‘mira antes de saltar?’

Muy seguido olvido la primera parte.

Lucas comenta que se siente igual a cuando tenía cinco años, que desde que tiene memoria, ha tenido un fuerte sentido de sí mismo que lo ha impulsado hacia adelante. Y que su mente siempre ha tenido curiosidad por saber “como funciona todo”. En referencia claro, al mundo natural. Y un persistente sentido de asombro. Y preocupación.

“Hemos descubierto y catalogado 2 millones de especies, una pequeña gota en una cubeta. Sin embargo, tenemos ese gran sentido de logro. Olvidamos la pequeña especie que somos; eso me deprime”, comenta.

Él piensa que podemos hacerlo mejor.

“El problema en la tecnología es que en cierto sentido, hemos sido muy exitosos. La gente se vuelve hacia adentro. Necesitamos tomar esa energía y canalizarla. Todos pueden poner su energía en algo”.

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Lucas creció en Phillips, Wisconsin, que él describe como un gran lugar para ser niño.

Decir que el pueblo rural de Phillips es tranquilo sería un eufemismo. De hecho, el semáforo más cercano se encuentra a 30 millas de distancia. Su tranquila calle principal está rodeada de naturaleza y un puñado de pequeños lagos.

Jamie y Lucas se conocieron cuando la familia de él se mudó a Phillips. Estaban en segundo grado. Jugaban futbol juntos en secundaria.

Durante el almuerzo, Jamie describe a Lucas como “intenso”. Tanto así, que ella salía con él un poco, para luego cancelarlo unos meses después – un patrón que persistió a través de sus días en Phillips.

“¿Conoces a esos tipos que unirían a tres salas de estudio sólo para terminar la secundaria? Ese era Lucas. Era un vago”, comenta Jamie con una amplia sonrisa, antes de agregar, “Creo que se sentía aburrido”.

Aburrido en interiores, tal vez. Pero Lucas pasaba sus días fuera, para explorar y tener aventuras, en ocasiones paseaba horas por los bosques.

Su familia no tenía televisión. “Había dos cosas que los niños podían hacer”, recuerda su madre, Nancy Anderson. “Leer y jugar fuera”.

“La gente piensa que era un decisión ideológica”, explica su madre. “No lo era. Nuestra televisión se descompuso cuando los niños eran pequeños. Tenía la opción de gastar dinero en una nueva antena para ver tres canales borrosos o en una bicicleta. Era una decisión fácil.”

Nancy crio a Lucas y a sus dos hermanas mayores, y los llevaba a la piscina, donde era directora acuática, por las mañanas antes de la escuela.

“Hacíamos todo juntos en el exterior: caminatas, bicicleta, bicicleta de montaña, campo traviesa, raquetas de nieve, esquí de fondo”, recuerda ella. “Los niños se criaron con esas cosas”.

Lucas recuerda que su madre, que también fue triatleta, tuvo un impacto externo en su amor por el exterior y su asombro por la naturaleza.

Kate Olson, hermana de Lucas que es unos años mayor que él, recuerda que su hermano siempre fue una persona que decía que iba a hacer “muchas cosas”.

“Y lo hizo. Nunca pensó en la posibilidad de no poder hacer algo”.

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De vuelta en el camino, Lucas se describe como un “solitario gregario”, alguien que siente curiosidad por la gente pero que también necesita una sana dosis de tiempo a solas.

Para obtener esa soledad, muy seguido recorre esos caminos, y sus hijos los conocen también.

Una de las cosas que le gustan a Lucas de ser papá es el potencial que es inherente a ello, para el futuro. Eso y el simple sentido de curiosidad que viene cuando se es joven. Él quiere inspirar a otros a que conserven esa curiosidad, que mantengan esa capacidad de asombro.

Para sus hijos, de 9 y 7 años, él tiene un simple pero profundo deseo: “Quiero que se interesen en algo. Que encuentren algo que los apasione… y lo hagan.

“Mi madre siempre decía que ‘la gente que está interesada es interesante’”, agrega.

Lucas es ambas cosas.

A medida que nos adentramos en el barranco, Lucas nota un viejo crecimiento, y señala un tocón huevo del tamaño de un auto compacto en el que sus niños suelen jugar los fines de semana.

“Vamos a verlo”.

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