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Una “fuerza imparable”, Ros Harvey utiliza la tecnología para crear un Internet de las ostras, una agricultura sustentable y mejores condiciones de trabajo

Ros Harvey, que utilizó la tecnología para mejorar las condiciones de vida de 1.75 millones de trabajadores de la industria del vestido en nueve países en vías de desarrollo y que en la actualidad transforma el cultivo de ostras y la agricultura en Australia, se describe a sí misma como una emprendedora poco común.

“Tengo 52 años, soy mujer y no soy tecnóloga”, explica.

Pero quienes la conocen bien la contradicen de manera enfática.

“Ros es la persona start-up por excelencia, con una pasión infinita y una determinación de acero disfrazada de una actitud tierna”, dice Chris Vein, quien fue subdirector de tecnología de Estados Unidos durante la administración del Presidente Obama. “Siempre ha sido una pionera y una fuerza imparable. Es capaz de vislumbrar el futuro y traducirlo en acciones antes que nadie”.

Harvey utilizó tecnología novedosa a principios de los años 2000 para crear una empresa global llamada Better Work que unió a minoristas, gobiernos, fábricas, sindicatos e investigadores para mejorar las condiciones de las mujeres en las cadenas de suministro de la industria del vestido.

Cuando una crisis familiar la obligó a dejar Ginebra y volver a Tasmania, volcó su atención en las necesidades de la isla y creó el “Internet de las ostras”, que utiliza sensores y el Internet de las Cosas para determinar si es seguro cosechar o no. Ahora está en la fase de expansión de su negocio —llamado The Yield— para ayudar a los agricultores a “alimentar al mundo sin destruir el planeta”.  The Yield desarrolla aplicaciones para simplificar la agricultura. La primera se enfoca en cuándo y cuánto regar los cultivos. Y, al igual que lo hizo con Better Work, Harvey tiene planes de llevar The Yield a todo el mundo.

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Todo lo guía su pasión por la justicia social y un futuro sustentable — anclados a su espíritu emprendedor—.

Harvey creció en Sídney. A los 20 años de edad viajó a Tasmania, un estado insular poco poblado casi del tamaño de Irlanda en la punta sureste de Australia, para emprender una excursión aventurera. Ahí conoció a su esposo y adoptó su país como el suyo, y pronto encontró su camino.

Comenzó a trabajar con jóvenes de la calle en Tasmania, y luego trabajó en la política laboral de las mujeres mientras cursaba la universidad por las noches. Fue muy activa en su sindicato y se convirtió en su presidenta, lo cual condujo a una posición en el consejo de comercio y trabajo, donde se enfocó en los temas de cambios en el lugar de trabajo.  “El mundo comenzaba a cambiar y necesitábamos transformar la manera en que manejábamos las relaciones industriales y el diálogo social en el lugar de trabajo para poder adaptarnos a esos cambios, ya que, de otra forma, todos perderíamos”, comenta.

Su trabajo con los sindicatos y los casos de igualdad salarial de mujeres y personas con discapacidad la llevó a Camboya con la International Labour Organization (Organización Internacional del Trabajo) hace unos 15 años.

Harvey aprovechó el deseo de las compañías de moda globales de mantener una reputación positiva entre los consumidores para mejorar los ingresos en los países en vías de desarrollo como Camboya. Desarrolló una plataforma basada en la nube de Microsoft —“en aquella época cuando la nube era tan sólo una palabra”— que utilizaba computadoras tipo tablet e informes trilingües para proporcionar datos a los compradores norteamericanos, los propietarios chinos y los operadores de fábrica camboyanos.  Harvey creó una empresa social cuyos gastos se compartían entre las tres partes. Gracias al uso de la nube, el costo de las auditorías se redujo de $50 a $2 dólares al año por trabajador, y Harvey trabajó con diversas compañías para dedicar una parte de esos ahorros a mejorar las condiciones y la productividad de los trabajadores.

Funcionaba tan bien que se le pidió que se expandiera a nivel global, por lo que se mudó a Ginebra, donde se encontraba la sede de la International Labour Organization, y dedicó los siguientes años a formar un equipo e incorporar países nuevos en el sistema.

“Hoy parece algo obvio, pero en ese entonces era novedoso, y el trabajo de Ros fue un gran ejemplo de cómo aprovechar el interés privado para promover el bien en el sector público”, dice Amy Luinstra, quién fuera asistente de Harvey en Better Work. “Su inagotable entusiasmo y su deseo contagioso de hacer que su programa fuera el mejor posible me impresionaron. Pero también posee la capacidad única de resolver pequeños problemas y ver el panorama general, así como entender la manera en que todo se conecta con las agendas de los demás y lograr que todos concuerden”.

Cuando el hijo de Harvey se enfermó, ella y su familia volvieron a Tasmania, pero se llevó consigo “una gran pasión por la tecnología y su capacidad de transformar la vida de las personas”. La isla no contaba con muchas fábricas de ropa, de modo que Harvey enfocó su atención en la piedra angular de su economía: la agricultura, incluido el cultivo de ostras.

The Yield nació durante esa transición.

La granja de ostras de Barilla Bay en Tasmania es uno de los clientes de The Yield. (Foto: Chris Mollison)

Los agricultores marinos de Tasmania producen cerca de 36 millones de ostras al año. Debido a que las ostras son animales de alimentación por filtración, los reguladores estatales prohíben su cultivo en época de lluvias torrenciales porque éstas pueden introducir contaminantes en las bahías de ostras. La manera tradicional de calcular ese peligro consistía en utilizar los pluviómetros de las estaciones meteorológicas públicas que podían encontrarse a cientos de kilómetros de distancia.

Harvey y su equipo utilizaron Azure IoT Suite de Microsoft para activar los sensores en tiempo real que se encuentran instalados en las concesiones de ostras, así como para analizar el agua que beben las ostras. La información se ingresa en la plataforma en la nube Azure de Microsoft, donde el aprendizaje automático y las capacidades de análisis avanzado realizan predicciones basadas en datos que se comparten con los cultivadores y reguladores a través de tableros en tiempo real. Con el análisis de datos, la tecnología de The Yield es capaz de reducir los cierres de cultivo innecesarios en 30%, lo que representa un ahorro de casi $5.3 millones de dólares al año para la industria de $24 millones de dólares de los cultivadores de Tasmania.

The Yield utilizó los mismos datos para desarrollar un paquete de herramientas de productividad empresarial para los cultivadores, el cual ayuda a programar el trabajo y monitorear la procedencia y seguridad alimentaria.

El nuevo sistema no sólo produce una cosecha más precisa, sino que también proporciona los datos a los investigadores, quienes se encuentran en el desarrollo de nuevos modelos de cría de animales y manejo de enfermedades. Dos autoridades alimentarias gubernamentales y más de 300 cultivadores de ostras dependen de The Yield en su primer año de operación.

 

 

Tenemos dos objetivos: alimentar al mundo sin destruir el planeta y promover el bien público a través del esfuerzo privado.

Harvey no es una persona con pocas ambiciones. Ha expandido The Yield para combatir uno de los desafíos  globales más grandes: “¿Cómo alimentaremos al mundo? Necesitamos incrementar la producción de alimentos en 70% antes del 2050, ya que la productividad agrícola ha estado estancada durante décadas y tenemos que lidiar con una mayor cantidad de restricciones y con el reto sin precedentes del cambio climático”.

Los agricultores, los minoristas, las autoridades de seguridad alimentaria, los bancos y las aseguradoras enfrentan la incertidumbre del clima y su impacto en el negocio del cultivo de alimentos. Eso es en particular cierto con los cultivos perennes irrigados, tales como cerezas, manzanas, aguacates, mangos, nueces y uvas, que son de alto margen y requieren mantenimiento intensivo. Las condiciones microclimáticas afectan drásticamente las decisiones sobre cuándo plantar, cosechar, irrigar, alimentar y proteger esos cultivos.  Sin embargo, el sistema mundial de pronóstico del tiempo se lleva a cabo en una “malla muy gruesa de 25 x 25 kilómetros”, dice Harvey.

Por lo tanto, el esfuerzo más reciente de The Yield en torno al Internet de las Cosas se enfoca en el clima que afecta a cada granja, cada hilera e incluso cada planta, a fin de ayudar a los agricultores a tomar mejores decisiones que ahorren dinero y produzcan una agricultura más sustentable. El sistema no sólo mide el clima, sino que también lo predice y lo convierte en conocimientos sobre plantas específicas.

Liam Houston, director de servicios agrícolas en Houston’s Farm en Tasmania, observa una aplicación de The Yield con Ros Harvey. (Foto: Chris Mollison)

Desde que Harvey fundó The Yield en noviembre del 2014, ha recaudado 5 millones de dólares australianos ($3.75 millones de dólares estadounidenses) en capital, con Bosch como el mayor inversionista, superado los objetivos de ingresos en 45%, mantenido los costos 2% por debajo del objetivo y alcanzado una tasa de conversión de 95% en el registro de clientes para la solución de ostras. Además de las tres sedes de la compañía en Australia, The Yield tiene planeado abrir una oficina en la costa oeste de Estados Unidos, dice Harvey —posiblemente en el estado de Washington, cuyo clima es similar al de Tasmania—.

“Tenemos dos propósitos: alimentar al mundo sin destruir el planeta y promover el bien público a través del esfuerzo privado”, dice Harvey. “Conozco el poder transformador que existe en la tecnología, y siento que se lograrán adelantos importantes en nuevos modelos de negocio. El cambio verdadero sucederá una vez que se alineen los incentivos”.

Uno de los desafíos más grandes es la comunicación y coordinación con una cantidad tan vasta de participantes. The Yield se encuentra en medio de uno de los ambientes más complejos posibles, en el cual debe tratar con problemas de hardware, software, sociales y legales, y “cualquier otro tipo de disciplina que puedas imaginarte”, dice Mike Briers, socio de negocios de Harvey y director fundador de The Yield.

En Tasmania, algunos cultivadores de ostras son compañías grandes, mientras que otros lo hacen como pasatiempo. Existen diferentes grupos de cultivadores en cada bahía o zona de captación alrededor de la isla australiana, así como reguladores estatales. Y hay investigadores universitarios y gubernamentales que estudian el clima, las corrientes y la calidad del agua. Esas son muchas personas con las cuales tratar para intentar unificar intereses. Pero Harvey siguió con las negociaciones hasta encontrar una solución que lograra motivar a todos a participar.

“Ros eligió el modelo más difícil de aplicar, de modo que el resto de lo que hace con los agricultores ahora es más fácil”, dice Briers. “Las ostras por lo general son un aperitivo antes del plato principal, y esa es una buena metáfora de cómo resolvió todos los problemas técnicos antes de avanzar hacia el sector agrícola más amplio. Es un clásico ejemplo de la estrategia de Ros de hacer las cosas lo antes posible y aprender en el proceso”.

Ros mantiene un profundo compromiso con la igualdad de género. Más del 60% de los 15 empleados de The Yield son mujeres, algunas de las cuales forman parte del equipo de ingeniera y ciencia de los datos. Los empleados provienen de ocho países diferentes y hablan nueve idiomas. Este año, The Yield ganó un premio australiano a la diversidad en el lugar de trabajo.

“Ros ha formado un equipo de primer nivel integrado por los mejores y más brillantes”, dice Vein, quien estaba por dejar la Casa Blanca para ocupar un puesto en el Banco Mundial cuando conoció a Harvey y aceptó incorporarse a su consejo de asesoría para un proyecto precursor de The Yield. “Es el aspecto de la diversidad el que amplifica su pasión y compromiso de cambiar el mundo, y eso es lo que la ha hecho triunfar”.

Harvey quizá no sea tecnóloga de profesión, pero asegura que siempre ha sentido fascinación por la tecnología, la que describe como “la tubería de la economía del conocimiento”. Compró una de las primeras computadoras en salir a la venta, así como uno de los primeros teléfonos móviles.

Y, en ocasiones, la diversidad es la clave para hacer las cosas bien en una nueva empresa.

“Los tecnólogos están enamorados de la tecnología, pero con mi historial de desarrollo internacional, mis actividades por lo general se centran en resolver los problemas de negocio”, explica. “El desarrollo internacional está lleno de ejemplos de donadores que reparten dinero, pero cuando ese dinero se agota, todo se viene abajo. Por lo tanto, necesitas encontrar un modelo de negocios sostenible y trabajar con la comunidad para asegurarte de que cumples una necesidad real y un objetivo real. Y eso puntualiza lo que pienso acerca de la tecnología”.

“La nombramos The Yield por una sola razón”, dice Harvey. “Porque si tu negocio no produce, entonces no es negocio”.

 

Foto superior: La emprendedora Ros Harvey combate uno de los problemas mundiales más grandes: alimentar al mundo. (Foto de Chris Mollison)