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Una joven mujer lidera a los refugiados hacia la independencia – y muestra cuánto puede ayudar la tecnología en ello

Ella ha vivido en un campo para refugiados desde que su familia huyó de la guerra cuando era pequeña, pero Grace Nshimiyumukiza siempre ha querido ser la que ayuda, no a la que ayudan.

Primero, entrenó a sus seis hermanos menores a través de clases en Kakuma, uno de los campos de refugiados más grandes del mundo. Luego fue tutora de sus amigos que batallaban en una cultura que daba prioridad al cuidado de los niños y tareas para las niñas, y luego volteó hacia ella misma, y aprendió por su cuenta habilidades básicas de cómputo.

Ahora sus esfuerzos son oficiales: La joven de 23 años es profesora de un programa que busca ayudar a 25 mil residentes de Kakuma a que se vuelvan expertos a nivel digital. El campamento, donde ha vivido por 17 años, es tan vasto que ella utiliza una moto para viajar a las aulas, donde explica conceptos como qué es un mouse antes de moverse a ingreso de datos y cómo operar negocios en línea.

“La enseñanza me ha entrenado y moldeado para ser audaz”, comentó Nshimiyumukiza. “Mi meta para mis estudiantes es verlos explorar y convertirse en líderes que no tendrán miedo de luchar por la paz y el desarrollo no sólo de nuestros países de origen sino de toda África”.

El programa en Kakuma es una asociación entre UNHCR, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, y la organización Tech for Social Impact de Microsoft. La compañía fundó esta unidad en 2017 como un modelo único para complementar sus esfuerzos en filantropía y ayudar a las organizaciones benéficas a ponerse al día, en medio de la comprensión de que, aunque el sector sin fines de lucro gasta alrededor de 30 mil millones de dólares al año en tecnología, todavía no participaba de manera plena en la transformación digital. Los esfuerzos incluyen medidas como entrenar refugiados o dar direcciones de email a los voluntarios a conceptos más grandes como utilizar inteligencia artificial para lidiar con el papeleo para que los trabajadores del Ejército de Salvación puedan tener más tiempo presencial con las personas que necesitan su ayuda.

“Vivimos en esta época de tecnología increíble, riqueza y capacidad, y aun así hay 124 millones de personas con inseguridad alimentaria que es, a nivel potencial, mortal, y la mayor cantidad de refugiados desplazados que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial”, comentó Justin Spelhaug, director de Tech for Social Impact. “Y las organizaciones no lucrativas que están en la primera línea para atender a aquellas personas tienen muy pocos recursos en términos de personal técnico, sus dólares están limitados, y las soluciones no han sido construidas para sus escenarios. Así que están una década o más por detrás en el uso de la tecnología para ayudar con estos temas que son de gran importancia”.

Mientras que Microsoft ha estado comprometida con organizaciones benéficas desde 1983 con la creación de su campaña de donación de empleados y dona 1.5 mil millones de dólares al año en software y servicios a través de Microsoft Filantropía, mencionó Spelhaug, “nos dimos cuenta que necesitábamos pensar en un modelo de negocios diferente para atender sus necesidades”.

Así que Microsoft Filantropía reunió sus esfuerzos de donación con las ventas comerciales y el desarrollo de negocios para crear Tech for Social Impact.

“Ahora viene gente que me entrenará en cómo hacerlo y luego darme la oportunidad de entrenar a otros”, comentó Grace Nshimiyumukiza. “Fue como un sueño hecho realidad”. (Foto por UNHCR/Hannah Mauleffinch)

El programa no solo dona tecnología, también reinvierte los beneficios obtenidos de ventas con descuento a organizaciones benéficas más grandes hacia el sector para ayudar a las más pequeñas. Brinda software gratuito a aquellas con 10 o menos empleados, que conforman el 80% de los 4 millones de organizaciones no lucrativas en el mundo. Ayuda a organizaciones no lucrativas a modificar el software de Microsoft para satisfacer sus necesidades específicas – como la recaudación de fondos y la movilización de voluntarios – en parte al conectarlos con ayudantes dispuestos a hacerlo en el ecosistema global de socios de la compañía. Y ofrece entrenamiento gratuito en habilidades digitales.

Ahí es donde Nshimiyumukiza (que se pronuncia na-SHIM-ee-yoo-moo-KEE-zah) entra en acción.

De manera reciente, Spelhaug visitó Kakuma, el campo en la parte noroccidental de Kenia que fue construido para 70 mil refugiados y ahora hospeda a 190 mil de 20 países diferentes que incluyen a Ruanda, la República Democrática del Congo, Burundi, Tanzania y Uganda. Viven durante años, e incluso décadas, en chozas, algunas tan frágiles que una reciente tormenta casi destruye la que habitan Nshimiyumukiza, sus padres y hermanos. Spelhaug la describe como “llena de optimismo y esperanza a pesar del entorno en el que vive”.

Aun así, aprender por su cuenta cómo usar una computadora, empezar con cómo iniciar sesión y luego cómo crear presentaciones en PowerPoint, todo mientras estudiaba para tener su diploma de trabajo social, fue “muy difícil”, comentó Nshimiyumukiza – tan difícil que le dio una idea.

“Enseñar me ha entrenado y moldeado para ser audaz”, comentó Grace Nshimiyumukiza. (Foto por UNHCHR/Hannah Mauleffinch)

“Quería entrenar mujeres en habilidades básicas de cómputo” para ayudarles a perseguir educación superior, comentó. “Pero luego no fue posible. No tenía todos los recursos. Tenía la idea”.

Ella compartió el concepto con otros en el campamento mientras conseguía su licenciatura y maestría a través de cursos en línea, y a inicios de 2019 los trabajadores de UNHCER la contactaron acerca del programa de alfabetización digital de Microsoft, que busca que la mitad de sus 25 mil estudiantes proyectados sean mujeres y niñas.

“Ahora llegan las personas que me entrenarán en cómo hacerlo y luego darme la oportunidad de entrenar a otros”, comentó Nshimiyumukiza. “Fue como un sueño hecho realidad”.

Su primera clase estuvo compuesta de 75 niñas del campamento y la comunidad que lo rodea. Ella dio un curso intensivo de una semana que abarcó desde aprender cómo encender una computadora a cómo utilizar Word, Excel y PowerPoint, junto con seguridad de los datos. Todas pasaron el examen, lo que avivó la pasión de Nshimiyumukiza mientras pensaba en que, de manera potencial, sus estudiantes pudieran dejar el campamento e ir a enseñar a otros en sus diferentes países de origen.

“Mi energía siempre es alta, sin importar lo difícil que parezca”, comentó. “Porque queremos que los jóvenes y las mujeres y todos los que viven en Kakuma pasen de una posición en la que dependes, a una posición en la que te vuelves muy independiente. Y van a dejar de apoyarse en lo que se les da gratis. Entre más cosas consigues por tu cuenta, más vas a sentir el poder y la energía”.

Una energía similar se sintió en la central del Ejército de Salvación en la India hace unas semanas, cuando 48 oficiales para la organización benéfica – una de las más grandes y reconocidas – obtuvieron direcciones de email por primera vez. Con la ayuda de Tech for Social Impact, las organización ha adoptado Office 365 para las 64 regiones en las que trabaja en todo el mundo.

“Fue la primera vez que se les dieron las herramientas necesarias para comunicarse entre ellos, su oficial de división y sus oficinas territoriales”, comentó Mark Bennett, gerente de proyecto del Ejército de Salvación en Nueva Zelanda, que ha implementado la migración global a Office 365 y estuvo presente en Marthandam, India, para ayudar en el proceso. “Había mucha emoción y entusiasmo cuando llegamos, ya que los 48 sabían que iban a estar conectados. Todos tenían su dispositivo móvil y estaban listos para ponerse en marcha. Muchos estaban tan ansiosos que batallaron para teclear sus contraseñas”.

Al final del día, comenta Bennett, recibía mensajes de Microsoft Teams y correos de Outlook de los oficiales que, por primera vez, se sintieron conectados a la misión global del grupo y ya pudieron ver cómo la comunicación mejorada les ayudaría en sus esfuerzos por ayudar al pobre.

En la India, las preocupaciones sobre el costo y la competencia han inhibido la adopción de tecnología por parte de la organización benéfica. De manera previa, sólo 50 de los casi 1,200 empleados de la región tenían identidades digitales con la organización. A nivel global, el Ejército de Salvación ahora busca integrar entre 15 y 20 mil trabajadores con la ayuda de Tech for Social Impact para 2020, comentó Bennett, bajo el conocimiento de que la tecnología “nos ofrece una oportunidad de trabajar de una manera diferente para que podamos utilizar más de los recursos – personas, dinero, tiempo – que tenemos en nuestra misión, que es satisfacer las necesidades de las personas”.

De manera previa, sólo 50 de los casi 1,200 empleados del Ejército de Salvación en India tenían identidades digitales con la organización. A nivel global, la organización benéfica ahora busca integrar entre 15 y 20 mil trabajadores con la ayuda de Tech for Social Impact. (Foto cortesía de Mark Bennett)

De manera reciente, un oficial del Ejército de Salvación en Indonesia al que se le brindó una cuenta de Office 365 visitó Palu, una ciudad en reconstrucción después de haber sido devastada en 2019 por una erupción, un terremoto y un tsunami, comentó Dion Boyd, consultor en TI para la organización en Australia, quien es responsable para la región de Pacífico Sur y Este de Asia.

Los oficiales del Ejército de Salvación en India se sintieron conectados a la misión global del grupo por primera vez y pudieron ver de inmediato cómo la comunicación mejorada les ayudaría en sus esfuerzos por ayudar al pobre. (Foto cortesía de Mark Bennett)

“Otros no se podían conectar, pero él podía acceder a todo lo que necesitaba”, comentó Boyd. “La clave es que no estaba enfocado en la tecnología sino en trabajar con las personas. La tecnología apoyó su trabajo y no lo distrajo de él. Y eso es lo que queremos”.

Ese enfoque también fue lo que le dio a Clarence White, director de información para el territorio sur de Estados Unidos del grupo, la idea de un trabajador social virtual.

White estaba en una reunión con colegas que tenían carreras en trabajo social o servicios humanitarios y discutían el programa Pathway of Hope del Ejército de Salvación para terminar con la pobreza intergeneracional en los Estados Unidos. La meta cuando inició el programa en 2015 era estabilizar a 100 mil familias para 2030. Hasta ahora han ayudado a nueve mil. White era la única persona de negocios en la sala, y no entendía por qué la meta presentaba un desafío tan grande hasta que los demás le explicaron cuánto tiempo necesita pasar el trabajador del caso con una familia para cambiar su trayectoria – en promedio un año – y cómo la escasez de personal afectaba el alcance del programa.

“Así que pensé, ‘¿Por qué no podemos desarrollar un terapeuta con IA para tomar, precalificar, y recolectar datos, e incluso interactuar con los clientes?’” para ayudar a aliviar la carga del papeleo, recuerda White.

Mark Bennett, izquierda, y otros colegas del Ejército de Salvación visitaron de manera reciente el campus de Microsoft en Redmond, Washington. (Foto por Scott Eklund/Red Box Pictures)

Él comenzó a trabajar con tecnólogos de Microsoft, y el grupo construyó un bot que trabaja tanto en dispositivos personales como en quioscos en sitio para recolectar toda la información que los trabajadores del caso necesitan para conectar a las personas en necesidad con los servicios disponibles ya sean estatales, federales o privados, de manera rápida y sencilla.

“El tiempo es limitado y sólo podemos realizar una cierta cantidad de llamadas telefónicas”, comentó Ronald Skeete, director de Pathway of Hope para el territorio sur del grupo. “Pero con la IA detrás de escena, que nos brinda guía sobre cómo ayudar a alguien y dónde buscar recursos, se expande nuestra capacidad de llevar los servicios a esos clientes”.

White también imagina enseñar a la IA para que aprenda patrones que ayuden a los trabajadores sociales a ver qué enfoque podría funcionar mejor en diferentes situaciones, para incrementar la efectividad del grupo.

Los clientes solo tendrían que brindar una vez su información, comentó White, “y luego nosotros, desde atrás, descubrir cómo hacer la mejor aplicación basados en los datos. Lo haremos a través de los datos, en lugar de pedirles que llenen varias aplicaciones para diferentes servicios y sólo ver cuál va a funcionar”.

El Ejército de Salvación planea asociarse con otras agencias para producir la demo del trabajador de caso virtual dirigido por AI.

La tecnología nos ofrece una oportunidad de trabajar de manera diferente para que podamos utilizar más de los recursos – personas, dinero, tiempo – que tenemos, en nuestra misión, que es satisfacer las necesidades de las personas.

Las herramientas del lugar de trabajo moderno ya brindan a los trabajadores humanitarios más tiempo con aquellos a los que sirven.

Leonard Cheshire, una organización no lucrativa ubicada en Reino Unido que apoya a las personas con discapacidad en todo el mundo, comenzó a actualizar su infraestructura tecnológica en 2019 con la ayuda de Tech for Social Impact y socios de Microsoft entre los que se encuentra QuantiQ. Los esfuerzos han comenzado a optimizar las operaciones para los trabajadores de casos, enfermeras y otro personal para ayudar a reducir la cantidad de tiempo que pasan en papeleo, incluido cambiar de un sistema de listas en papel a uno digital. Esto facilita el poder cambiar personal para cumplir con las necesidades de los residentes – de un requerimiento médico a una solicitud de unirse a liga de boccia, un juego similar a bocce, que fue desarrollado por personas con habilidades motoras deterioradas.

Otras mejoras son más simples, incluido el Wi-Fi para los residentes que, de manera reciente, le permitió a uno ponerse en contacto de nuevo con un familiar en Australia, comentó Laura Crandley, directora ejecutiva de asociaciones en Leonard Cheshire.

“A veces es bueno recordar lo que es fácil dar por sentado”, comentó Crandley. “No todos tienen acceso a la tecnología. Y esto hace una diferencia enorme”.

Todas las fotos de Grace Nshimiyumukiza brindadas por UNHCR/Hannah Mauleffinch.